
Ayer por la mañana estuve en el Prado. Últimamente mis visitas a este maravilloso museo se reducen a cuando tengo que ejercer de cicerone a con algún@ amig@ que viene de visita a la Villa y Corte.
En esta ocasión aproveché además para ver la ampliación en el Claustro de los Jerónimos, con las obras pictóricas del siglo XIX y XX, me gustó la obra arquitectónica, funcional y adecuada.
Mi mayor interés en esta visita estaba en la exposición temporal: «Fábulas de Velázquez»; que me dio la ocasión de contemplar directamente la famosa «Venus del Espejo» y otras obras que habitualmente están en la National Gallery de Londres. Realmente lo disfruté.
Pero si en todo el museo hay un cuadro que me fascina cada vez que lo tengo delante es el lienzo de Goya: «La Familia de Carlos IV». Siendo niño recuerdo que captó toda mi atención en el libro de texto de Sociales, y cuando tuve la suerte de contemplarlo por mi mismo -con 13 años- me cautivó el lenguaje de los gestos, la expresión de los rostros y todo lo que “dice” el cuadro.
La obra fue realizada en el Palacio Real de Aranjuez desde abril de 1800 y durante ese verano. En ella aparecen retratados distintos personajes que formaban parte de la Familia Real, entre los que destacan el futuro Fernando VII, hijo primogénito de la real pareja, y Goya pintando, como había hecho Velázquez en Las Meninas.
La reina María Luisa de Parma en el centro de la escena, como señal de poder ya que era ella la que llevaba las riendas del Estado a través de Godoy; Francisco de Paula de la mano de su madre; el rey Carlos IV, en posición avanzada respecto al grupo.
La Familia de Carlos IV supone la culminación de todos los retratos pintados por Goya en esta época. Lo que más interesa al pintor es captar la personalidad de los retratados, fundamentalmente de la reina, verdadera protagonista de la composición, y la del rey, con su carácter abúlico y ausente. La obra es un documento humano sin parangón.
Los historiadores dicen que este cuadro inaugura el retrato psicológico, y, la verdad, que parece cierto mirando los rostros de Carlos IV -cuya cara es un poema- y María Luisa de Parma, su esposa, en el centro. La reina está en el centro de la escena, como señal de poder, ya que era ella la que llevaba "los pantalones" en Palacio.
Hay quien piensa que Goya ha ridiculizado a los personajes regios. No era su intención en absoluto; incluso existen documentos en los que la reina comenta que están quedando todos muy propios y que ella estaba muy satisfecha. Más lógico resulta pensar que la familia real era así “realmente”, porque, de lo contrario, el cuadro hubiese sido destruido y Goya hubiese caído en desgracia, lo que no ocurrió.
Como característica común resaltar la famosa nariz borbónica, los líos de faldas y pantalones no se pueden ver, pero se intuyen, por eso está catalogado como un retrato psicológico.
Era Carlos IV, un infeliz grandón y brutote, sonrosado y regordete, quizá un poco feminoide, de mínima cabeza y enorme nariz borbónica. Lo casaron con su prima María Luisa, seguramente la reina menos agraciada que ha tenido España, quizá hasta Europa.
Apreciamos el busto de la reina María Luisa de Parma; Goya reflejó en su rostro la personalidad dominante de la soberana a quien, según se cree, no apreciaba demasiado. La reina María Luisa de Parma salió además ninfómana, sin que sepamos a ciencia cierta la parte que cupo al monarca en los catorce hijos (y diez abortos) que tuvo. Por lo menos uno de ellos, el infante don Francisco de Paula, "se parecía a Godoy abominablemente".
Este Godoy era un guaperas que fue su amante casi oficial durante toda la vida. Parece que la reina le echó el ojo cuando era un simple guardia de Corps en palacio y lo encumbró hasta el rango de príncipe de la Paz y valido todopoderoso del rey. Como en el más civilizado menáge á trois, el rey salía de caza todos los días para que Godoy en su ausencia pudiera visitar los aposentos de la reina. El valido utilizaba un pasadizo secreto para mayor discreción y comodidad... aunque la reina también le fue infiel a Godoy. No obstante, parece que sintió un gran amor por el valido. Camino del exilio, solicitó "que nos dé al Rey, mi marido, a mí y al príncipe de la Paz con qué vivir juntos todos tres en un paraje bueno para nuestra salud".
Por eso me encanta colocarme delante de este cuadro y lanzar la imaginación... a veces la encuentro perdida por las galerías de Palacio, por los aposentos regios o por los jardines de Aranjuez.... Toda una "salsa rosa" histórica y borbónica.

























