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Ya tiene un mes... y me cuesta hablar de él, porque la emoción me produce una congoja tal, que se acompaña de lágrinas.
Era esperado y querido, pero no podía imaginar cuánto despierta, cuánto provoca, cuánto llama... y todo lo hace calladito y mirando sin ver. Me saca toda la ternura de la que soy capaz, me despierta la gran responsabilidad de la vida, me provoca la caricia y me llama a la paternidad.
Pero ¿cómo entender esa paternidad? ¿cómo orientar toda esa vida por salir? Alguien sabio (y santo) me dijo la semana pasada, hablando de estas cosas, que él me entiende a sus años (72) perfectamente. Que la vida también lo ha llamado y llama a la paternidad, pero quizás a algunos se nos pide vivir la paternidad de otra manera.
Lleva razón, por eso me pregunto cómo vivir esta vocación a la paternidad que la edad me despierta y que está exaltada desde que nació mi sobrino Antoñito.
No termino de entender... pero se dará lo que tenga que ser.
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