miércoles, 19 de diciembre de 2007

La delantera en el Reino de los Cielos

Hoy en Madrid hacía mucho frío, amenazaba la nevada y las calles estaban algo más desiertas de lo normal. Por otro lado estaban muy adornadas de fiesta, se aproxima la Navidad. Fiesta sólo para algunos.

Salí algo aturdido y enfadado de la sesión con la que he puesto fin a la psicoterapia que vengo recibiendo desde hace dos años. Caminé calle Hortaleza abajo, crucé la Gran Vía, y me dispuse a bajar hacia Sol por la calle Montera.

¡Qué pena de hija! -diría mi madre-, pero la verdad es que otras veces no he sido capaz de tener una mirada compasiva... quizás hoy me sacaron de mis pensamientos de autopreocupación, me hicieron tomar conciencia de lo terrible que es el frío -mucho peor por dentro- y de lo vacía y triste que es la Navidad para algun@s.

Allí estaban con poca ropa, fumando mucho, y tiritando en los portales, chicas con cara de frío y con la mirada perdida, esperando que la miseria de un hombre caliente y abrigado las use por media hora. Me avergüenzo de ser hombre...

Relenticé el paso y las quise observar disimuladamente, pero con estas expertas mujeres no sirven los disimulos, se las saben todas (sólo por esto admito que se las llame zorras, por su astucia...). No tardaron un minuto en enfundarse el el roll de mujer atractiva y atrayente para invitarte a sus servicios por pocos euros, no se cuantos, pero seguro que pocos...

Podría haberlas ignorado, volverme sordo, ciego y mirar para otro lado, pero pensé que seria faltarles el respeto... intenté disimular mi vergüenza (me avergonzaba que me identificaran con un cliente, no que ellas se dirigieran a mi para hablarme), y con una sonrisa contesté en un par de ocasiones: No, gracias... no insistieron, devolvieron la sonrisa. Con la invitación de otra no pude más que reirme... ¡qué barbaridad dijo a mi paso! Tras la risa por su manera tan escandalosa de ofrecerse, volví a sonrerirle y de dije con amabilidad: "abrigaté, mujé, que te vas a resfriar"... también sonrió y no insistió más.

Sonrisas... eso es lo que he intercambiado hoy con las putas de la calle Montera, pero me he quedado mal. Seguro que detrás de cada una hay historias demasiado desgraciadas que la han llevado a este frío diciembre en este inhóspito Madrid.

He sentido vergüenza de ser un hombre... me he arrepentido de ignorar otras veces esta miseria en la calle; me he preguntado si lo que realmente está prostituido es este ambiente pre-navideño de ciudad... cuando llegué a la Puerta del Sol, las luces y el árbol de navidad me parecieron tristes.

Sin duda, la Navidad es feliz para muy pocos... Ahora entiendo aquello del Niño de Belén, "que vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11), cuando decía que las prostitutas y los pecadores nos llevan la delantera en el Reino de los Cielos... ahora entiendo por qué cuando creció, las defendió con la energía de sus palabras y la mansedumbre de escribir en la arena... ahora entiendo por qué ellas lo seguían, porque las miraba con cariño, les devolvía su dignidad y les anunciaba la Buena Noticia.

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