Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú
para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De
manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú,
seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron
otro gato al ashram para poder atarlo
durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del
gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el
gato en la realización del culto como es debido.
Anthony de Mello
