jueves, 20 de agosto de 2009

Sobre el amor...

“Hombre y mujer se pertenecen mutuamente. Poseen dones que han de desplegar para de ese modo hacer aflorar y madurar al ser humano en toda su amplitud. Sabemos que esa diferencia dentro de la unidad entraña tensiones y puede desembocar en intentos de ruptura. Esto también sucede en cualquier amistad. Cuanto más cercano se está, más fácil es tirarse de los pelos.

El amor es una exigencia que no me deja intacto, En él no puedo limitarme a seguir siendo yo a secas, sino que he de perderme una y otra vez al ser desbastado, al ser herido. Y precisamente esta herida para sacar a relucir mis mejores posibilidades forma parte, en mi opinión, de la grandeza del poder curativo del amor. En este sentido, no se debe imaginar un amor puramente romántico, que cae del cielo sobre ambos cuando se ha encontraron y que a partir de entonces todo irá sobre ruedas.

El amor hay que entenderlo como pasión. Sólo cuando se está dispuesto a soportarlo como pasión, aceptándose siempre de nuevo el uno en el otro, madurará una pareja para toda la vida. Si, por el contrario, cuando las cosas se ponen críticas se dice que hay que evitarlo y se separan, uno prácticamente se priva de la verdadera oportunidad que ofrece la convivencia entre hombre y mujer y, por tanto, de la realidad del amor”.

“El amor humano contiene siempre una pretensión de eternidad. “El amor es una pugna contra la muerte”, afirmó el filósofo francés Gabriel Marcel. En consecuencia, a partir de una promesa, este amor se convierte en una realidad complicada si se incluye en un amor que proporcione realmente eternidad.

Vemos, pues, que el amor humano es, en si, una promesa incumplible. Desea eternidad y sólo puede ofrecer finitud. Más, por otra parte, sabe que esa promesa no es insensata ni contradictoria, ni por tanto destructiva, pues en última instancia la eternidad vive en ella. Así pues, visto desde una óptica puramente humana, el amor es realmente aquello que esperamos con ansia y que nos vivifica. Pero sus auténticas dimensiones conllevan, en definitiva, la perspectiva futura de Dios, la espera de Dios”.

“El verdadero amor no consiste sencillamente en ceder siempre, en ser blando, en la mera dulzura… no es más que una caricatura del verdadero amor. El auténtico amor también conlleva una gran seriedad. Desea lo verdaderamente bueno para el otro y, en consecuencia, tiene la valentía de oponerse a él cuando no ve el bien, cuando corre ciegamente hacia la desgracia”.

Joseph Ratzinger,
entrevista con Peter Sweewald